Un hilillo de voz.

 Me pasa a veces que me escucho hablar y tengo la sensación de que ya he terminado.

Expongo mis razones como si hubiera comprendido el juego de la vida, como si mi perspectiva fuese la única y correcta para ver el mundo.

Coartar así mi perspectiva me llena de dogmas, encierra mi contexto y me hace poseedor de una sabiduría que no es mía, de una visión sesgada y parcial de una realidad más amplia de la que me gusta asumir.

Padezco entonces las consecuencias y no me queda otra que enfrentar a personas y hechos que contradicen mi punto, siento la punzada del dolor, a mí cerebro creando defensas y químicos para doblegar a la realidad, para darme la razón en cualquier cosa que ocurra, como si los hechos en esta existencia tuvieran un patrón que debiera encajar en mi cajita, hecha a medida, en mi cama de Procusto particular.


Por fortuna escucho una voz dentro de mi, un hilillo tímido, un susurro que cada vez está más presente y al que cada día trato de dar lugar. Una voz pura y serena, consciente y alineada con lo que se alguna extraña manera, me da serenidad en la vida. Uso entonces la confrontación para confrontarme a mi mismo, los quehaceres de la vida para aprender no solo la mecánica de las cosas físicas, de los trabajos, de las creaciones en el plano físico, sino de dar un contexto a quién soy yo en cada momento y elegir. Lo que es bueno para mí voz interior y para los que me rodean.


Y algunas cosas ocurren; ya nada es tan importante como creía, ya nada debe controlarse como pensaba. La vida deja caer todo lo que no debe sostenerse y acerca aquello que conviene, aunque no sea de la manera en la que lo estaba pensando. Le otorgo así menos criterio a lo que pienso y respeto más las acciones de los que me rodean, tengo más claridad a la hora de tomar decisiones y puedo ver la claridad de quien las toma con el corazón.

Saco el juicio o las causas de lo que creo que los demás hacen y confío en que cada uno debe tomar su propio camino, asumir su propio aprendizaje hacia el fluir en la existencia, fluir  indicador de paz, de abundancia, de amor.

Cuando consigo ver a los que me rodean como entes libres merecedores de todo lo que les ocurre, me libero de la presión de tener que cumplir expectativas, puedo ser cada vez más yo mismo, independientemente y unido a todos y a todo, lejos de las opiniones, lejos de los debería que escucho a través de mis cajitas, por ese órgano al que llamamos oído. Ya no hay buenos ni malos, todos son necesarios para mí  crecimiento como persona, para ver donde estoy, a donde voy y quien me acompaña en el camino.

Y el fluir como indicador del éxito, la paz y el dolor ( no el sufrimiento ) como compañía, la dicha y la gratitud como norma. Y el amor a todo y a todos desde la consciencia de que cada persona que me rodea lo toma o lo deja, escucha o no, me admite o me rechaza, me ama o me odia. Y que es su propio camino y no tiene que ver conmigo, que sus malestares, como los míos son provocados por sus propios procesos, al igual que los míos.


Y antes de pensar que he llegado a algún lado, saber que solo he empezado a caminar, que a donde voy no es a un lugar físico o determinado por mi, sino a donde se espera que vaya en el sinuoso río de la vida, a poder ser con gratitud, dicha, serenidad y amor.


Comentarios

Entradas populares