Maria.
María es ama de casa, una de esas personas que para descubrir que tiene treinta y tantos necesitas explorar a fondo. Siempre seria, una especie de prisa la acompaña allá donde vaya, un atareo constante y una mirada al frente, un tanto altiva, quizás un tanto temerosa. Pocas o ninguna vez la he visto relajada, siempre ocupada con algo de la casa o de su trabajo, siempre abnegada y resignada a su marido e hijo. Ella, como cada uno de nosotros, arrastra su propia historia, a veces de dificultades, a veces de logros, pero con un fondo de tristeza y de insatisfacción. El dia a dia se le llena de prisas, retrasos, inconvenientes, esfuerzos, cansancio, dolor. Maria cuida en la mañana a Pedro, un abuelo que ha perdido a su familia y que la quiere como a una hija, a su manera de querer a los hijos, por supuesto. Esto la incomoda mucho, ella, a la que su padre no había hecho ni caso de niña, tenía que aguantar ahora al viejo este en plan paternalista, un viejo que aprovecha cada oc