El alga verde



Tengo la fortuna de convivir con un estanque. En él se desarrolla toda una variedad de formas de vida, que por obra y gracia de la madre naturaleza se han instalado alli, hace ya unas generaciones.

Gracias al estanque las ranas amenizan gran parte de las noches de verano con su intenso y relajante croar. A veces, en la noche, me despierto, y si no las escucho siento preocupación, algo las está incomodando…


En el fondo, los tritones jaspeados y los comunes han conseguido colonizar las raíces del nenúfar y sus renacuajos sobrevivir a los peces de colores que allí moran también. Comparten espacio con larvas de libélula, escarabajos de agua. algún minúsculo caracolillo, sanguijuelas, etc. Se dejan visitar de vez en cuando por algún Lución, nuestra querida culebra de collar y los bebedores habituales: gatos, zorro, erizo, marta…


Muchas veces pienso en él, lo observo desde la piedra de la orilla, me fijo en la danza de la vida que ocurre, delante de mis ojos, a una escala que puedo apreciar.


Y más abajo, perpetuandose por las largas horas de luz veraniegas, el alga verde. Su primera expansión casi termina con el estanque, casi sin darnos cuenta, los peces habían perdido su espacio, se veían arrinconados con cada vez menos espacio para nadar o esconderse. El alga, alimentada por el sol y los nutrientes favorables del fondo, crecía y crecía, impidiendo que otras plantas se desarrollen, colocando al estanque al pie del colapso, este, que sin duda, afectaría también al alga verde.


Por un momento me pregunté si con las personas sucede lo mismo; puede, que como el alga verde, nuestro ego encuentre caldo de cultivo propicio en esta sociedad basada en el dinero, el éxito, el exhibirse, puede que, como el alga, pensemos que el límite es el sol y que ella reinará en cada centímetro del estanque.

Pero lo que pasará es que todo el estanque colapsará, el alga, llena de éxito, morirá sola en una charca putrefacta de sí misma, lejos de la vida, lejos del equilibrio, lejos de aquel sol que creyó que justificaba todo lo que quiso crecer.


Sacamos el alga verde, no del todo, de la misma manera que debemos sacar nuestro ego, no del todo, pero si antes de que destruya lo que tenemos alrededor.



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