Buscando a la Diosa Madre por las mil y una Santallas.

      A 23 de Diciembre, con casi 20 grados de temperatura y después de mas de un mes sin darme una vuelta en moto como es debido, esta mañana me he decidido a salir. Los itinerarios en un día como el que hemos disfrutado hoy eran muchos, pero había uno que desde hace un tiempo rondaba por mi cabeza.
      El año pasado, mi profesor de historia nos comentó en clase la existencia de un templo en la provincia de Lugo dedicado a la diosa Cibeles. Como seguramente muchos sabéis, la mayor parte de estos cultos antiguos han sido "tapados" por el culto que se impuso después, nuestro mas cercano cristianismo. Así que la idea era aprovechar este estupendo día para hacerle una visita a ese  templo y hacerlo prescindiendo en la medida de lo posible de "san Google", para tener de paso una pequeña aventurilla dominical.
      Con el nombre del lugar, la Transalp y mi apabullante sentido de la orientación partí sobre las once de la mañana, con intención de que los lugareños fueran quienes me guiaran en mi pequeña búsqueda de la Diosa. Para ello lo mínimo, el nombre: Santa Eulalia de Bóveda, (Santalla, de Bóveda, este enlace os llevará a un blog que os informará de forma impecable sobre el curioso templo ) y ganas de montar en moto.
     Aunque en la costa soplaba un viento bastante incómodo, una vez superado el puerto de la Gañidoira la cosa estaba mas tranquila y para mas disfrute, casi no había transito en la carretera. Esquivando las autovías  llegue a Villalba, donde pare a preguntar en una de las gasolineras del pueblo. Un cliente me guió hasta donde yo preguntaba; " Estas a unos 17 km, mas o menos, pero fíjate, no esta muy bien indicado". Debía seguir hacia Baamonde y luego dirección Lugo, por la nacional, algo que no parecía muy difícil. Pues dicho y hecho, me dirigí a tal dirección y viento en popa encontré un pequeño y camuflado cruce por el cual  se  accedía a la citada parroquia. Había que cruzar las vías del tren, el místico Miño y vouilá, la parroquia de Santalla, que fácil.


     La zona ofrece un paisaje bastante distinto de lo que se puede ver en la costa. Las carreteras secundarias serpentean por un paisaje sembrado de hojas en esta época del año, no hay tráfico que enturbie tu ruta, solo el sonido del Miño y sus pequeños afluentes en algunos puntos. El bosque caduco parece igual donde mires, rodeando la carretera y salpicado a ratos por pequeñas granjas o casas y amplios pastos para el ganado. Todo huele a humedad y a bosque, a veces con un pequeño toque agrícola.  La Transalp se mueve aquí como pez en el agua, deslizándome cómodamente por la alfombra de hojas que cubría la carretera. Encontré la parroquia de Bóveda y su iglesia, pero no parecía ni de lejos albergar nada especial, así que decidí buscar más por los alrededores o preguntar a alguien.
   
    No es que la zona estuviese muy concurrida, tuve que dar un par de vueltas por la zona, hasta que por fin me tope con una mujer que caminaba decidida enfundada en un chándal.  Con toda la amabilidad que me permitía la moto y el casco, le espeto un " perdone, ¿ Sabría donde....?" , pero la citada señora me mira como quien ha visto al demonio y sin quitarme ojo acelera el paso y me deja ahí clavado, si cabe, mas asustado que ella. Pena de no llevar videocámara... Por fortuna, unos cazadores menos asustadizos me informaron, indicándome que existían otras Santallas diseminadas por la zona.
     Me puse en marcha hacia Friol y, siguiendo las indicaciones de los cazadores me encontré con la siguiente Santalla, saliéndome de la nacional y fallando de nuevo. Del error me informaron dos mujeres que iban con dos niños de la mano por la carretera, así que de nuevo hacia Friol, con la sensación de que alguien me estaba gastando una broma con tantos lugares con el mismo nombre...
     Una vez en Friol y visto el pueblo, la amable camarera de un bar me indicó, por fin, como llegar al templo "un muy vello, que esta debaixo da terra, debe ser ", como dijo la señora. Esta vez si, por fin llegué al mágico lugar, entre pinos y robles, con la sensación de haber alcanzado una meta, disfrutando y con ilusión. Un plan que había salido a la perfección, una tarde preciosa, un montón de sitios nuevos y un templo a Cibeles, no estuvo mal. Hasta que un borroso cartel que estaba en la puerta me dijo "cerrado"...
   

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