Sueños 2
Esta noche he tenido un sueño. Uno de esos en los que no eres capaz de distinguir entre la realidad y lo onírico.
En él estaba tomando algo, sentado en la terraza de un bar frente a la playa en una tarde calurosa de verano. Sobre mis rodillas estaba sentada una mujer que no era mi pareja.
Recuerdo sentir su peso, rodear su cintura con mi brazo, el sabor y frescura de la cerveza que bebía, la textura de las aceitunas, el tacto de sus labios, su olor e incluso algunas imperfecciones de su piel, la recuerdo cercana, familiar y amada, hasta su ropa, recuerdo como se movía y su sonrisa, mientras el sonido de las olas y la sensación de placidez se vio truncada por la punzada de la culpa, de la sensación de no estar en el lugar correcto con la persona adecuada.
Y como si de un vigilante se tratase, la conciencia y su hermana la culpa vinieron para llevarse aquel sueño y solamente dejar el olor a mar, la sensación de peso en las rodillas y la congoja de haber besado labios prohibidos, mientras con cierta culpa en el pecho despertaba y miraba a mi mujer todavía dormida.
Nunca sabrá de mi amante real al otro lado del sueño. No se como llegué allí, no se como me fuí, pero se que era una conexión especial.
Puede que en algún lugar, en algún tiempo, un yo diferente a mi haya soñado que estaba durmiendo con mi pareja y que, extrañado, en mitad de alguna playa tomándose una caña. Quizás se haya sentido culpable de aparecer en la cama de una extraña con quien compartía un vínculo especial, siendo yo por un tiempo, al igual que yo fui el. O quizás somos lo mismo. O fuimos. O seremos.
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