Lo que me digo, es lo que soy.
Disfrutar de la vida, tener relaciones sanas, explorar el mundo, vivir en esencia, parece haberse complicado en extremo.
Me parece encontrar un patrón común en todas esas dificultades, en todos esos complejos nudos que formamos en torno a las personas que nos rodean, un patrón que una buena parte de la sociedad parece no encontrar y que en esencia proyecta hacia los demás.
Y es que la vida nos trae complejidades, problemas y eventos que tenemos que resolver. Me atrevo a decir que la mayoría relacionados con otros seres humanos ( familia, jefes, compañeros, etc). La sociedad, ese gran conglomerado de normas de conducta, de leyes y de procesos, nos ha convencido de que una sentencia, la razón en un tema o la “victoria” sobre otra persona nos hace merecer un estatus determinado, indefinido pero respaldado de alguna manera por un mecanismo firme.
De lo que carecemos es del aprendizaje, de la proceso vivido por nosotros mismos ante los eventos que se presentan. Así un juez o una ley en unos casos, un comentario a favor en otros, una razón que convenga la mayoría, nos acerca a la supuesta paz, por medio de otros.
Separaciones, procesos laborales, reyertas familiares, se “ solucionan” cuando un tercero media, asumiendo las partes, en el mejor de los casos ese dictamen.
Pero somos vagamente conscientes de lo que hemos dejado en el camino, dejamos de ser capaces de resolver nuestros propios conflictos y pasamos a ser parte de su narrativa, de un discurso de queja y sufrimiento en el que repetición tras repetición nos anulamos y nos reafirmamos en la dificultad y no en la solución. Nuestro proceder se vuelve arisco y repetido, se vuelve triste y determinado.
Nos decimos a nosotros mismos cosas que no diríamos a otros, nos tratamos como débiles, enfermos, menos válidos, carentes de suerte, sufrimos los avatares de una vida que compramos con la de otras personas a las que vemos en todo aquello de lo que carecemos.
Pero no miramos adentro, no tomamos nuestra propia capacidad de crear soluciones, no avanzamos hacia dentro para crear afuera. Se me ocurre que por la misma razón, porque necesitamos la validación de terceros, la opinión y el apoyo de otros. Puede que esos otros no nos quieran apoyar por la misma razón que comenzamos este texto, porque si no soy capaz de resolver mis propios problemas, como voy a responder ante los de los demás?
Si, has acertado. De la misma manera, puede que para poder ayudar a los demás, antes deberíamos habernos ayudado a nosotros mismos. Y ahí entra en juego como nos hablamos, lo que nos decimos cada minuto del día, la información que metemos en nuestra cabeza, con quien nos relacionamos, como vemos el mundo y a los demás.
Y puede que veas, en esencia, a los demás, como te ves a ti mismo. Así que cuidate de lo que le dices a la gente que te rodea.
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