Ana, por Lisett.

    Allá por el año 2011 me decidí a crear este blog. No tenía ni idea de lo que iba a escribir, ni de que sentido quería darle, solo que me apetecía crear mis propias historias, mi propios comentarios y hacer llegar a quien quisiera leerlo, aquello que con frecuencia surge de mi cabeza, y hacerlo con mi propio estilo, o mas bien, descubrirlo por el camino...
    Desde luego, no escribo todo lo que me gustaría, pues todo en este mundo me llama un poco y el tiempo es limitado, asi que algunas entradas se van, otras se quedan a la mitad, unas pocas se publican y muchas de ellas no llegan a pasar de ideas mas o menos apelotonadas que nunca llegaron al teclado. Ese teclado me llevó a escribir hace  unos cuatro años, un relato corto al que titulé Ana, una historia fantástica ambientada en el pueblo en el que vivo y en la que trataba de que la ficción no fuese el eje de la historia, sino una parte más, como los personajes. Fue como  el primer dibujo enmarcado en el que me fijo para ver los fallos, en que puedo mejorar, pero también el que me dice que si, que puedo escribir una historia y que el resultado no es "peor" como dice mi pareja.

    En todo este tiempo he tenido varios lectores, muchos según el contador de Blogger, y quiero agradecerles a todos el tiempo que dedican a leer lo que escribo, pues sinceramente, es la mejor manera de dar valor al tiempo que le he dedicado.  Algunas de las personas que me leen están en mi familia, ( mi novia se lo leyó todo cuando me conoció ) y una de ellas es mi cuñada. Ella, ávida lectora, aunque de géneros diferentes a los que me gustan a mi, me hizo un "regalo" muy especial el año pasado, que a mi modo de ver le ha dado valor a mi primera historieta. Escribió su propia história de Ana, esta vez contada por una de las protagonistas femeninas en lugar de Luis, el protagonista de la primera versión, eso si, con pequeños cambios sobre la primera historia, en el tempo y algunos hechos, pero valiosa de igual forma.
    No me alargo más. Os dejo, con permiso de la autora, Ana, por Lisett. Espero que os guste.




Ana

Miro mi mano apoyada en el cristal de la ventanilla del autobús.  La llovizna lo llena de pequeños puntos brillantes. Es un día de inicios de febrero, creo. Debe de haber frío fuera a juzgar por el vapor que empaña la superficie transparente y emborrona el paisaje. Mi mano se mueve lentamente dejando un rastro de humedad y pienso cuánto desearía sentir el frío del cristal. Ojalá pudiera sentir algo.

Me gusta viajar en autobús, horas y horas, cuando no queda ningún pasajero. Observar los campos cultivados y  las pequeñas aldeas. Pero lo mejor es que no tengo que decidir a donde ir, simplemente puedo dejarme llevar y pensar esencialmente en este dilema que me obsesiona.

No quiero  vivir, pero no puedo morir y si quisiera poder morir, tampoco sería capaz, porque la sed no me permite siquiera pensar en morir.

_ Srta, debería usted bajar de autobús_ una voz un poco temblorosa interrumpe mi conversación interior.
_¿Perdone?_contesto, advirtiendo su tono miedoso y su cara de susto mezclado con repeluz. Suelo provocar ese tipo de reacciones en las personas.
_ Si,  lleva usted casi dos días subida. ¿Es que no come, no bebe, no tiene necesidades fisiológicas?
_ ¿Eh?, si, me bajaré en la próxima parada le contesté al conductor. No había reparado en ello. Por otra parte el hombre tenía razón, me estaba empezando a importunar esa sensación en mi garganta. Tengo sed.

Me llamo Ana, bueno, él me llamaba Ana. Mi verdadero nombre quedó  perdido en el tiempo, como tantas otras cosas. Él no me dijo su nombre, no se lo pregunté, pero me hubiera gustado ponerle un nombre adecuado a su recuerdo. Aún así,  soy  incapaz de olvidar esos ojos marrón claro,  el mínimo detalle de sus manos  y el latido rítmico de su corazón contra mi oído.

Me puse mi cazadora marrón vieja y me colgué al hombro la mochila. Eso es todo lo que poseo y lo que necesito en mi vida cotidiana; alguna ropa, dinero y un móvil.  Bajé del autobús frente al cartel que daba nombre a un pueblucho en el fin del mundo: Los Molinos.

El pueblo no tenía más que una calle principal con varios comercios abiertos pero sin mucha gente y un pequeño supermercado. A ambos lados se acumulaban casas de estructura sencilla, pegadas unas a otras y algunos edificios más modernos en el centro. El más grande, el ayuntamiento, se veía al final de una calle que giraba a la izquierda. Tenía en lo alto, un reloj que funcionaba bien. Eran las 6 de la tarde y la llovizna persistente había espantado a los vecinos. El sol estaba a punto de desaparecer y yo aun no me decidía entre seguir andando bajo la lluvia a la orilla de la carretera o buscar alojamiento como supongo que haría alguien normal. Al final escogí la opción más razonable, a fin de cuentas no me dirigía concretamente hacia ningún sitio y la sensación anhelante en mi garganta empezaba a causarme incomodidad.

Pude distinguir a unos 50 metros un bar con bastante ajetreo. Caminé hacia allí imaginando que  algún vecino sabría decirme donde encontrar un hotel para pasar la noche y... con la secreta esperanza de encontrar algo para cenar.

_ Tranquila_ me digo _ no pienses en eso, tienes que ser prudente. Asegúrate de no llamar la atención demasiado. No deben tener mucho turismo por aquí.

_¡Claro!,  la tercera casa de la derecha, aquella azul y blanca, es el hotel del pueblo. La dueña se llama Carmen, dile que vas de mi parte. _  respondió el dependiente del bar a quien me dirigí al entrar en el establecimiento_ Este pueblo tiene de todo, piscina municipal, sauna, gimnasio.  Todo está allí junto al ayuntamiento que es ese edificio que se ve al fondo. Espero que tenga una estancia agradable._  ¡vaya!, la gente es amable.

_¿Un gimnasio?_que sorpresa, me digo... y  un plan macabro fue tomando forma en mi cabeza. _Voy a tejer una tela para atrapar a una mosca.

¿Qué puede haber en un gimnasio a las siete de la noche que no sean chicos, a tope de testosterona que les infla el ego y los músculos por igual y que al mismo tiempo les obnubila  el cerebro? Para esta araña son una cena Gourmet.

Me fui al hotel de Carmen y encontré una habitación  decente para alguien no muy exigente. Me desnudé frente al espejo ensayando una vez más mi coreografía.  Me vestí con la ropa de deporte negra, que deja ver la mitad de mis pechos y me duplica el tamaño del culo. Por encima me coloqué una sudadera también negra, para disimular el frío que en realidad soy incapaz de percibir.  Satisfecha con la imagen que me devolvió el espejo salí en dirección al gimnasio local.

No soy guapa. Mi piel excesivamente pálida, anémica, no  cuadra con los cánones de belleza habituales. Tengo los ojos verdes, bastante bonitos, pero el círculo azulado que los rodea difícilmente podría disimularlo aunque usara maquillaje. En general mi cuerpo no esta mal y mi cabello castaño, que llevo suelto,  ayuda bastante. No obstante, hace mucho tiempo concluí, que ese tipo de atributos femeninos son corrientes y valen de muy poco.

No tuve ni siquiera que girarme para verle. Sentí su mirada taladrando mi espalda. ¡Ahora! _me digo_  inclínate un poco más sobre la máquina de correr, mueve discretamente la cadera.  No exageres, no hay que presionarlo. Al terminar mi rutina caminé hacia la salida, con la sudadera en la mano, procurando pasar por su lado. En ese momento estaba entretenido haciendo algún ajuste en el aparato,  lo que me permitió observarlo en detalle  a través del espejo gigante si que él se diera cuenta.  

El chico era alto, de unos 34 años, de piel clara, más bien delgado y no tan musculoso como imaginé al inicio, lo que indica que entrena para mantenerse en forma y no es un culturista obsesivo. Eso está bien.  Seguramente tendrá una vida privada y un trabajo, puede que una mascota.  Parece un buen chico, lástima que a veces, se encuentra uno a gente que no debería. Mala suerte.

Mientras espero enciendo un cigarrillo.

_¿Fumando después de entrenar?
_¿Si, porque no?

Acepté que me invitara a tomar un café al mismo bar de antes.  Varios clientes curiosos,  giraron la cabeza al vernos entrar. Parece ser que pernoctar en los bares y observar a la gente son el deporte local. Me incomoda ser la atracción mediática.

_ Un café americano cargado, por favor.
_ ¿Vaya, no piensas dormir?, me pregunta sonriendo.

Yo no duermo, no sueño, y  ni siquiera bebo café americano, pero quiero ser más que amable con él. Es parte de la coreografía y  también... de algo más que no puedo explicar.
_Depende de ti_  respondo, mirándole a los ojos. Una respuesta calculada pero con la emoción incorrecta. Algo va mal, no lo entiendo.

Hablamos, de cualquier cosa durante otros 15 minutos. Creo que me contó que era el dueño de una tienda de motos. Habló sobre la suya,  una Triumph  Bonebille. Hay que decir que tiene buen gusto para las motos, no  así para las chicas pues está conmigo. Creo que le va el rollo clásico. Clásica puede ser una forma irónica y bastante ingenua para definirme a mí.  
Lo escuchaba vagamente, hipnotizada con sus ojos marrón claro y  la calidez de sus palabras. Al mismo tiempo me sentía aterrorizada por la manera en que mi cuerpo reaccionaba ante un  anhelo desconocido, diferente de la familiar necesidad de beber pero igualmente intenso.

_ Vamos a mi casa,  esta a dos calles de aquí_me invitó.
_ Vale_ ¿por que dije eso?

Durante los  siguientes minutos de trayecto  me repetí la rutina cien veces: no pienses, sacia tu sed y huye. Era lo que estaba decidida a hacer hasta que comenzó a hablar de nuevo:

_Bienvenida a mi casa, esta es  mi  gata, se llama Noa. _El  animalillo emitió un gruñido, enseñó los dientes y salió huyendo. _ Bueno, Noa es arisca, no le gusta la gente. Me pregunto... ¿como eres tú?
Y al tiempo que lo decía  puso sus manos  en el arco de mi mentón. Se me acercó  con timidez, supongo que esperando mi respuesta o... extrañado por el tacto frío de mi piel. Me besó intensa y desgarradoramente,  desarmándome y quitándome la voluntad.

Miro mi mano deslizarse sobre el cristal mojado e imagino las suyas, tibias y suaves tocando mi piel centímetro a centímetro. Era la primavera, rompiendo el invierno y llenando la tierra de vida. Sentía como si se hubiera descongelado mi corazón, como si estuviera viva. Entonces ya no podía, ni quería hacerle daño.

_ ¿Cómo te llamas?, preguntó, enredando  su mano en mi pelo.
_ Mi  nombre no es importante.
_ Si lo es._ dijo_Para mi si_ mi mirada inquisitiva lo animó a explicarse mejor _ Es raro. Tengo la sensación de que hoy es el último día de mi vida como la he vivido hasta ahora_ hablaba y miraba a algún sitio a través de la ventana.

¡Mierda!, la he jodido bien.
_ Ana...  puedes llamarme así. Me  marcho que está amaneciendo y tengo que trabajar.
_ ¿Trabajar  en dónde?_ que perspicaz.
_ Podría decirse  que soy autónoma_ contesté con tono sarcástico.

No me escuchó, porque se quedó profundamente dormido, relajado, agotado. Su  cara girada hacia la ventana dejaba a la vista el latido  de una arteria que palpitaba tentadoramente en su cuello. Me pregunto si será tan deliciosa su alma, como lo es su cuerpo. Puedo probar un poco...

_¡Demonios!, ¿que estoy haciendo?_ salí de la habitación con un hierro al rojo vivo alojado en el fondo de mi garganta. Eché  a andar calle abajo como una hidra  y choqué violentamente contra un transeúnte que había cruzado  la calle y acababa de alcanzar la acera.
_¡Eh, que  te pasa!
Una  presa,  no tengo tiempo para ser sutil. Necesito beber. Mi cerebro se pone en marcha automáticamente.
_ Perdón, es que he discutido con mi novio, estoy fatal. Voy a entrar ahí_ digo señalando el bar_ a lo mejor una cerveza  me quita el cabreo. Te invito y así me disculpo por la hostia  que te he dado.
_Claro, lo que tú digas_  Su aspecto desarrapado y tambaleante, denotaba que iba de renganche. Esta cerveza no iba a ser la primera de la mañana.
_ Eres  muy atractivo... yo necesito que me den consuelo_ le susurro con tono insinuante.
La cerveza le dio valor_ Mira  nena, tengo todo este consuelo para ti_me dijo poniendo la mano sobre la cremallera del vaquero.
_ Vamos_ Agarré por el hombro  al idiota ebrio que tenía en frente para levantarlo de la silla_¿Tienes coche?
_Si, es el Fiat rojo  que está aparcado en frente.

Entonces alcé la vista en la dirección que me indicaba  y  vi esos ojos marrón claro pegados al cristal del local. Se me clavaban con auténtico desconsuelo. Al parecer había estado presenciando la escena y ahora se marchaba tratando de disimular. ¿Cómo  explicarle lo que es inexplicable? ¿Cómo decirle que soy un fracasado proyecto nohumano, aterrorizado y esclavizado por la sed?_ ¡Hola, soy un  monstruo!_ pensé Una súbita punzada de dolor se adueñó de mis entrañas  por unos segundos y luego se trasformó en ira hirviente como lava..

Le arrebaté las llaves al chico y prácticamente lo arrastré al interior del coche. Conduje durante 30 minutos  en dirección a una zona montañosa cercana. Un bosque de eucaliptos bastante intrincado que colindaba con un barranco  fue el sitio elegido  para morderle el cuello sin piedad.
_¡Es  un cerdo odioso, se lo merece!_ me decía a mi misma, mientras le trituraba  los huesos del cuello con mis dientes.  Pero, conforme la sed menguaba y la ira se apagaba, se imponía en mi  consciencia la vehemente realidad: Mi desgraciada víctima no era más que un humano torpe e indefenso, cuyo único pecado había sido ser poseedor de  una terrible mala suerte.  
Me he alimentado de sangre humana desde hace siglos. No es mi culpa si Dios permite que existan  criaturas como yo. ¿Cuántas veces le he suplicado que me lleve, al infierno o  a donde sea que encaje?... Padezco cada minuto esta miserable existencia mientras él está allá arriba partiéndose el culo de  risa.
En fin... Ya está. Hay que arreglar este desastre y a otra cosa mariposa.

_ No tienes ni un céntimo en la billetera, ¿como puedes andar así por la vida?_ esa broma es macabra_ me digo. Por su DNI averigüé  que se llamaba  Antonio Maseda y que tenía  24 años.

Tiene que haber un mechero por aquí_ pensé,  buscando en todos los rincones del coche. Lo encontré por fin en la guantera.  Abrí el maletero y busqué un  destornillador con  el que golpeé con fuerza el tanque de combustible. Como era de esperar el coche comenzó a chorrear  gasoil en el camino de tierra. Prendí  la ropa del cadáver y me alejé del lugar.  A los pocos minutos se produjo  la atronadora explosión, pero yo  ya iba lejos y ni siquiera me paré a escuchar.

Desanduve el mismo camino de tierra y luego la carretera en dirección al poblado. Varios vehículos con sirenas pasaron por mi lado sin hacerme el menor caso. Menos mal, porque sería muy sospechoso que descubrieran mi sudadera pringada de sangre. Andaba ligera,  la energía renovadora corría por mis venas provocándome una sensación cercana a la felicidad por lo que tomé nota mental de alimentarme más a menudo. _Esta dieta es muy sana_ ironicé.
Recodé que llevaba el móvil en el bolsillo  y escribí un mensaje.

_Hola ¿que tal tu día?
_Bien,  ¿y tú?_ Noté su tono gris y malhumorado, me lo esperaba después de lo de  esta mañana. No me importa. Estoy eufórica, es sólo un problemilla que puedo resolver.
_ Quería decirte que me lo he pasado genial contigo_ Me quedé esperando su respuesta un minuto, dos. Apagué el móvil, lo encendí de nuevo. Nada. Está enfadado. Ya.. ¿que esperabas?

Llegué a mi habitación en el hotel de Carmen, me desnudé y metí la ropa manchada de sangre en una bolsa de basura. Me duché y me desparramé encima de la cama.

El primer recuerdo de mi vida databa de aquel otoño. Había despertado sola, envuelta en una manta de hospital. Tenía exactamente el mismo aspecto que hoy. Una chica delgada, paliducha, de mediana estatura con  grandes ojos verdes de mirada extraviada. Si fuera humana tendría unos 26 años. Me habían dejado en la puerta del Sanatorio de Santa Ana, inconsciente un par de días atrás. Nadie parecía saber mi nombre.

Había decidido que mi cumpleaños fuera el 3 de noviembre. Me pareció una fecha adecuada por la simple razón de que ese día de 1887 fue la  primera vez que probé el  sabor dulce, ferroso y delicioso de la sangre, trocando una vida humana por la mía. En ese instante me comprendí y me acepté.

El tiempo me ha alcanzado para recorrer el mundo y hacer muchas cosas.  Incluso durante un tiempo matriculé  en la universidad. Sin embargo, el único evento que mi cerebro y mi corazón pueden considerar relevante de toda mi existencia  sucedió anoche en un pueblo del fin del mundo.

_Voy a volver a verlo_ decidí y me sentí de nuevo extrañamente feliz.

Decidí intentar ser una chica normal por un día y me fui de compras. Me pareció arriesgado dejarme ver en los comercios del pueblo, por lo que me subí al autobús en dirección a Bahía Blanca, una ciudad pequeña a 30 minutos de camino. Supongo que debe su nombre a que está localizada junto a una pequeña ensenada. Con un poco de suerte encontraría algo adecuado, que lograra impresionar a mi chico de los ojos marrón claro.
Al final me decidí por un vestido gris oscuro, corto, con escote en V, unas medias  de las que terminan en la mitad del muslo y salones negros. Había una tienda de lencería  pero los encajes y las transparencias me incomodaban, con lo que al final no llevé nada en absoluto. Regresé a Los Molinos satisfecha y entusiasmada.

Llamé a su puerta. Cuando me abrió tenía el pelo revuelto y vestía un pijama de... ¿¡Star wars!?...Su cara de desconcierto era bastante graciosa. Me invitó a pasar y no le dejé tiempo para decir más...

Lo empujé contra la pared de la entrada y lo besé violentamente. Se quedó embobado, paralizado por la sorpresa, pero luego se giró poniéndome a mí contra la pared e hizo el beso más profundo invadiéndome con su lengua. Me descolgó el vestido de los hombros y comenzó a acariciarme el pecho. No lo hacía con ternura como la última vez, sino con urgencia como buscando alivio a una necesidad vital, sin dejar  de morderme los labios. Sus manos arrugaron la tela por encima de la pelvis y complacido de notar que no llevaba ropa interior, me levantó para rodear su cadera con mis piernas. Tuvimos sexo brutal varias veces esa noche.

Por la mañana, sin  medias y con los zapatos en la mano caminaba de regreso a mi hotel, cuando vi un coche de la guardia civil aparcado delante del bar. Los polis también desayunan _ pensé_pero me dio mala espina. Me acerqué disimuladamente y los observé conversar con el dependiente, ya sabía de qué asunto se trataba.
Ese hombre fue la última persona que vio a Antonio con vida, conmigo. Sabe donde me hospedo.... Tengo que marcharme cuanto antes.

Recogí mis cosas apresuradamente, destruí el móvil, dejé 100 euros encima de la cama y me largé. Anduve por el monte, sin parar, evitando encontrar personas que pudieran reconocerme ante la policía . Al cabo de 5 días había recorrido unos 300 km que consideré suficientes para poder dejarme ver nuevamente.

Con documento de identidad a nombre de Meryl Sanders, ciudadana inglesa, residente temporal en España, compré un coche discreto. Un Opel Corza gris, de segunda mano, con un arañazo en la puerta del copiloto. Perfecto. Estaba decidida a continuar el camino, adelante, sin ningún destino específico, como había hecho siempre... Pero antes tenía que hacer algo importante.

Regresé a Los Molinos para despedirme.

María era una chica adorable, guapa. Los vi pasear, desayunar y reír juntos.  La odié desde el primer instante. ¡Qué poco tiempo había tardado  en sustituirme! Mejor así.
Comprendiendo que mi presencia estaba totalmente fuera de lugar, puse en marcha el Opel, con el corazón roto en mil pedazos, además de muerto y congelado.

En el espejo retrovisor  la figura de una moto plateada de estilo clásico  se acercaba a toda velocidad hasta ponerse en paralelo con mi coche. Me detuve y abrí la puerta.

_¡¿Por qué demonios me sigues?!_ le grité.
_¿Por qué desapareciste?
_¡Quítate  el casco y entra, maldita sea!_ aceleré a tope, sabiendo era una medida inútil para huir del dolor.
_ Ana _ susurró_he estado contigo, no soy tan torpe. He buscado tu corazón y no... ¿Qué eres?
Giré la cabeza del volante, en shock. El coche se salió de la vía y dio seis vueltas en el aire aterrizando en la hierba, por fuera del carril contrario convertido en un montón de chatarra humeante.

¿Es el dilema de no poder morir lo que me obsesiona o será que la muerte es el único modo de borrar de mi conciencia el horror que cometí a continuación?

Mi chico de los ojos marrones obviamente no sobrevivió al accidente,  al menos no a su vida como la había vivido hasta el día de hoy. Lo mordí porque soy estúpida y egoísta. Preferí condenarlo antes que dejarlo ir.
   
El resto es parte de otra larga historia que algún día les contaré, puede que en otro viaje en autobús.


















Comentarios

  1. Vaya niño... que sorpresa!!!..
    Gracias por hacerme el honor de publicar este relato empírico y desmañado de una aficionada!!!

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  3. Me ha encantado,y me quedé con ganas de mas.
    Empecé a leerla y cada letra y cada escena que se va relatando hacen que quiera leer mas y mas,me ha sorprendido sin duda.
    Espero que esta sea el principio de muchas,mi enora buena por la historia,me ha encantado.

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  4. Me ha encantado,y me quedé con ganas de mas.
    Empecé a leerla y cada letra y cada escena que se va relatando hacen que quiera leer mas y mas,me ha sorprendido sin duda.
    Espero que esta sea el principio de muchas,mi enora buena por la historia,me ha encantado.

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