Aprendamos.

A veces leo a una persona, leo sus textos largos, densos, sus palabras cargadas de sentimientos, de emociones, a veces ni siquiera los termino, a veces ni siquiera los empiezo.
En muchas ocasiones me pregunto cómo hace para revolotear sobre una idea sencilla, como llena de palabras una cuestión muchas veces fácil de expresar, me maravilla como lo hace, pero no el resultado de su obra. Me aburre, me pierdo, sus palabras no me introducen en su historia, me viene  la imagen de una chica triste mirando la lluvia a través de una ventana, su tono melancólico y los rincones de su mente.

"No me gusta" me dice una voz en el fondo de los pensamientos, una voz que habla con un toque de amargura desde lo profundo, un toque ácido para un desconocido, uno que provoca una emoción: he aquí el premio de tus textos, he aquí el sentido de tus palabras, pues cuando uno se siente movido allá en el fondo por la razón que sea, debe observarse, y de esa observación nace la lección, una de esas que en el camino de la vida, hemos venido a recibir. 

Y pocas veces vienen con letras de un desconocido, sobre temas que no te atraen y solo por el hecho de la maestría en el arte de revolotear con las palabras sobre un trozo de papel. Aprendamos de la envidia, que no quita mérito a quien la provoca, pero puede dar alas a quien la siente.



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