1054 de aventuras.

   1054. Desde luego no es la fecha de mi nacimiento... Por ser, no es ni siquiera una fecha, es una medida. Son los Kilómetros que hemos recorrido en moto este fin de semana. Supongo que para un gran viajero esa cifra sea normal, pero para este dúo de principiantes, fue toda una experiencia.
    Es bonito salir de viaje con solo unas cuantas indicaciones en tu cabeza y un par de sitios bonitos  que visitar, así el resto surge solo, las carreteras, los caminos, los pueblos se van abriendo ante ti, tal vez para ofrecerte algo que ver, tal vez algo de comer o un sitio donde dormir. Dejar que los lugareños te enseñen sus maravillas, tener la puesta de sol como final del día, sin prisas, disfrutando de los contrastes, de tierras lejanas y gentes distintas, de acentos, costumbres, con el único nexo de la carretera, esa peligrosa y maravillosa  linea que une dos puntos, que te lleva al otro lado y te devuelve a tu hogar, a tu base.
   Viajar en moto tiene un lado idealista y romántico, es un vehículo que te coloca como pocos en contacto con el entorno, con la vida, los olores, el viento y al mismo tiempo( y quizás por eso )en una posición vulnerable con respecto al entorno, en el que el peligro se hace parte de la belleza y empieza a sonar la palabra aventura en tu cabeza. Como aquel escalador que asciende a la cima, como el que atraviesa selvas, esa mezcla de dureza, esfuerzo, recompensa, el placer del camino, de la exploración, de la nueva vía abierta...
    Solo comprensible en su totalidad para los que lo han hecho, como casi todas las cosas en la vida ese viaje de acceso, el primero de ellos en el que he disfrutado del camino tanto como del destino, la primera aventura en pareja, con el mundo como espectáculo, ese en el que decides que tu quieres ser viajero en moto, que es ella quien quieres que deje tu culo dormido y rinda tus huesos al final de la jornada, compartirlo con quien mas quieres y sentirte orgulloso de tu pequeña gran hazaña.
    Ese día llegó. Para mas datos, coincidió con la carrera de clásicas de La Bañeza, pretexto innecesario para organizar una ruta de fin de semana que incluyera esa parte que tan cerca está de mi querida Galicia y que poco o nada conocíamos como es la zona del Bierzo, norte de Portugal, riberas del Sil y Puebla de Sanabria.
   Armas para ello: mi estupenda y recién adquirida Suzuki DL 650 V Strom, que nos llevaría, con las alforjas que amablemente nos cedió mi amigo Tomás (gracias...) a mi no menos estupenda pareja y nuestro equipaje para el fin de semana. Los de dos patas con la Cordura puesta por la previsión meteorológica, que anunciaba una probabilidad de mas del 50%  de lluvias durante Sábado y peor aún durante el Domingo en Galicia. La de dos ruedas con el depósito lleno y nada más. Así salimos sobre las nueve de la mañana, con retraso como siempre, pero sin prisas. Nos planteamos el desayuno en Villalba, después de los primeros 70 km,  mientras, cargados de energía y relajados, planificamos el viaje a Cabo Norte, esa meca motera, que fresquitos y recién desayunados podríamos haber hecho en aquel mismo momento, pero que dejaremos para una próxima ocasión. En el plan inicial nos habíamos propuesto bajar por carretera nacional, pero debido al retraso que llevábamos, decidimos tomar la autovía y adelantar un poco. El destino, Las Médulas.
Las Medulas.

      Los 140 km que separan Vilalba de la comarca del Bierzo los cubrimos sin mayor dificultad, tan solo el azote del viento en determinados tramos de autovía y el calor que reinaba en el límite de provincias nos causó cierta incomodidad. Para los que no lo sepan,lo que se visita en Las Medulas es una antigua explotación minera romana, realmente espectacular y digna de ser visitada, con unos magníficos cañones labrados desgastando la montaña con agua, una obra titánica que da una idea del potencial de los  romanos, carentes de la tecnología actual.
     Aunque el propio pueblo que le da nombre es un buen sitio para una escapada, con múltiples rutas que realizar a pie, los famosos embutidos de la zona y la belleza natural del entorno ( y lo bien que lo tienen montado para el turismo ).
   Vistas las Médulas y habiendo dado cuenta de los citados embutidos, partimos, algo sofocados por el calor reinante en la zona, hacia La Bañeza. Aquí veréis... una de las cosas que nos dejamos en casa fue la bolsa sobredepósito, si, esa que tiene imanes y se pega al citado depósito, y con ella el mapa... Así que un cruce mal tomado y estábamos en la provincia de Ourense. San Google Maps nos salvó del paso, pero recorrimos mas de 50 km por las reviradas carreteras de la zona antes de retomar el camino ... Así que consejo de novato a lectores mas novatos: llevad un mapa. No necesita conexión de datos para funcionar y lo podéis llevar sobre el depósito. La otra opción es el GPS o Smarthphone de turno, pero sin cargador en la moto solo procedían consultas puntuales .

    Colocados en el camino correcto esta vez, el trayecto se nos hizo mas corto de lo que en realidad fue, pero el hecho de compartir ruta con otras motos por la autovía hizo que nos pareciera mas ameno. Llegar al pueblo fue de lo mas emocionante. Motos de competición o clásicas no vimos ni una, pero de todo lo demás si, y sobre las ocho de la tarde el ambiente en el pueblo era de lo mas movidito. Cortes de encendido por doquier, gente y motos, daban vida a una Bañeza que dejamos atrás por la nacional que nos lleva a Puebla de Sanabria, casi cien kilómetros de unos paisajes de ensueño, con la luz del sol poniéndose, un asfalto impecable y la suavidad de la V llevándonos suavemente  por entre la llanura, sus pueblos,  un disfrute solo enturbiado por el dolor en las posaderas, pidiendo ya descanso y reposición de nutrientes...

     Puebla de Sanabria nos recibió al anochecer, toda una sorpresa, un lugar bonito, diría que impresionante, con esa luz del ocaso y la iluminación del castillo y alrededores.


 Se imponía buscar alojamiento y cenar algo, lo primero fue relativamente fácil, por cuarenta euros teníamos habitación y desayuno en un hostal en las afueras, ( es temporada alta...) antiguo pero limpio y al que no le faltaba de nada. La cena, en cambio, no fue tan afortunada, no por que estuviera mal, si no por la relación precio - cantidad, quizás un pelín cara en mi opinión. Lo bueno, en cambio, fue que acudir a ese restaurante nos dio la oportunidad de conocer a una pareja con la que pasamos un buen rato, gente de mundo ( cubano el, como mi pareja y sanabresa ella ) y muy agradable, que nos permitió conocer mas a fondo la zona, sus costumbres y la vida de la villa.

   Después de una reparadora  noche, ducha y desayuno ( igual de reparadores ), partimos de nuevo. Los destinos de hoy, el Lago de Sanabria, preciosa zona, muy bien acondicionada y llena de gente, donde ofertan paseos en catamarán, entre otras actividades. No invertimos mucho tiempo para ver la zona, pero si el suficiente para tocar el agua y ver de cerca una de los sitios que congrega al mayor número de visitantes en verano.

Zona recreativa en el Lago.
 Subimos a otro lago glaciar, conocido con la Laguna de los peces, un buen trozo de carretera serpenteante, con unas vistas únicas de la zona por estar en lo alto de las montañas, no dejéis de visitarla.

   
     El camino nos lleva al curioso pueblo de Rionor, (Rio de Honor, en portugués) cuya particularidad reside en que este pequeño pueblo esta mitad en cada pais. Asi lo atestigua un mojon de piedra a un lado del camino y un gran castaño al otro. Imaginaos...una hora menos del lado portugués, precios notablemente mas baratos, un popurrí de idiomas y todo esto aprovechado según convenga...

Rionor

     Rionor nos da la opción de regresar o de continuar rodando por el país vecino en dirección a Braganca y aunque ya es mediodía y se impone el regreso, decidimos hacerlo visitando la ciudad lusa. Contamos para ello con unos curiosos compañeros  de viaje, un grupo de unos 30 ciclomotores clásicos de marcas portuguesas, con sus jóvenes dueños ataviados con lo que parecían unas camisetas conmemorativas de la ocasión y muy buen rollo en el ambiente.

Uno de nuestros compañeros en la ruta,con casco multifuncional.
Tras ellos recorrimos parte de los poco mas de 20 kilómetros que separan Rionor de Braganca, llegando a la villa a  la hora de comer y permitiéndonos circular sin aprietos por el centro, ver el castillo y comer algo ya con el tiempo de regreso pisándonos los talones.
Castillo de Braganca.

      Con intención de tomar el camino de regreso en dirección Chaves-Ourense, nos guiamos por un gigantesco cartel que ponía en letras bien grandes "ESPANHA", así que por ahí tiramos...pero no toda España es Galicia y no todos los caminos llevan a Ourense, y siguiendo el cartelito, volvimos hacia Zamora. Por fortuna, en la primera gasolinera en la que paramos a repostar, nos indicaron el camino correcto y nos colocamos de nuevo en ruta de regreso.



      Y las predicciones de Google en cuanto a la climatología se cumplieron, empeorando el tiempo conforme nos acercamos a la comunidad Gallega. Como no, en la montaña se puso a llover con fuerza, ademas de cerrarse completamente de niebla en los puntos mas altos, con lo que la sensación de disfrute bajó bastante. En esos momentos eché de menos los cubremanetas, un forro térmico, unos guantes gruesos, o algo... por encima, teníamos la noche pisándonos los talones.
     A unos kilómetros de Lugo, hicimos la última parada, repostamos y secamos un poco los guantes en el tubo de escape (no, la protección del escape de la V no quema), ahi nos damos cuenta de que el cansancio ya nos esta pasando factura y que los últimos cien kilómetros serán duros. Mis dos acompañantes han pasado el trago de maravilla, Yanet sobrellevando las inclemencias con el mejor talante posible y como no, haciendo del viaje una experiencia de lo mas agradable y la V sin rechistar, mostrando sus virtudes y sus carencias para este tipo de cometidos, pero regalando ese equilibrio que la ha hecho una superventas y que hace que se disfrute de cada kilómetro.



    Este ha sido el primer viaje a ninguna parte y a todas al mismo tiempo, un viaje para ver el mundo, no para completar un trayecto hacia un destino, los kilómetros, solo parte de un "todo", cifras de las sensaciones, de los momentos vividos. Me gusta viajar en moto...




 

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